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Esta historia se basa en dos libros, uno escrito por Julia Child (1912-2004), una chef norteamericana que estudió cocina francesa en París y que tras publicar un célebre libro de recetas en 1961 se convirtió en una cara muy conocida en la televisión. El otro es de Julie Powell, una tejana nacida en 1973 que vive en Nueva York en 2002 y empieza a escribir un blog –luego convertido en libro de éxito– sobre sus experiencias culinarias usando las recetas del libro de Julia Child.

La directora Nora Ephron (Tienes un e-mail, Algo para recordar) ha contado con dos sensacionales actrices, pero la forma en que engarza las vidas de las dos mujeres separadas por casi cincuenta años no funciona bien. Por otra parte, al personaje de Streep le sobra pimienta (gritos, gesticulaciones y aspavientos sin cuento, algunas groserías difíciles de entender) y al de Adams le falta sal (con lo buena actriz y lo atractiva que es, su personaje es muy soso, casi plano). Stanley Tucci es un soberbio actor pero su personaje, un diplomático, no está bien construido y bordea el ridículo.

La ambientación es excelente y la realización cuidada, pero Ephron no capta –la verdad es que ni la huele– el alma de la historia, y es que la cocina es arte, es cultura, y pone en juego a toda la persona, que puede convertirla en una forma de amar, de darse a los demás.

Es fácil imaginar que esta historia en manos de un director más competente hubiera dado lugar a una gran película. Lo que queda es a ratos simpático y divertido, a ratos reiterativo, sensiblero y pedestre. Siempre nos quedará, en materia de fogones, la magistral El festín de Babette y la encantadora Deliciosa Martha.

Crítica publicada en ACEPRENSA