NUNCA ES TARDE PARA ENAMORARSE
Una película entretenida para el fin de semana largo.
La crítica es de Juan Orellana y se publicó hace días en Libertad Digital
El joven cineasta británico Joel Hopkins escribe y dirige Nunca es tarde para enamorarse, cuyo título en inglés es Última oportunidad, Harvey, que explica mejor el sentido argumental de esta comedia romántica. Y es que Harvey es un newyorkino que ya pasa de la cincuentena, divorciado, y que ante el inminente casamiento en Londres de su hija comprueba cómo la vida se le escapa entre los dedos y en las manos no queda nada, ni siquiera el cariño de su hija, que prefiere a su padrastro como padrino de boda.
Además a Harvey le va mal en su trabajo de compositor de música para spots publicitarios y ya le han comunicado que a la vuelta de la boda de su hija, será seguramente despedido. Es en ese deprimente momento de horas bajas cuando Harvey se topa en el aeropuerto por casualidad con Kate, una solterona que vive pendiente de su absorbente madre y que, tras fallidas citas "a ciegas", ya ha perdido las esperanzas de encontrar al hombre de su vida.
Como indica el título del film, tanto en su versión inglesa como en la española, esta comedia abunda en un asunto típico del cine americano: la segunda oportunidad, cuyo paradigma es Qué bello es vivir de Capra. Es decir, que nunca es tarde para tomar decisiones que den un giro a la vida. Se trata de una concepción antropológica optimista y voluntarista muy americana, que exalta tanto la libertad como el supuesto poder del individuo de controlar su destino. Esta "segunda oportunidad" tiene un transfondo cristiano en el sentido de que bebe de la concepción evangélica del "borrón y cuenta nueva": el hijo pródigo, el "tampoco yo te condeno, vete y no peques más", el "si no vuelves a nacer"... Una concepción que está en las antípodas del fatalismo –aunque sea en su versión optimista– que está actualmente presente en muchos films, como en la deliciosa Slumdog Millionaire.
Por otro lado, la trama que gira en torno a la reivindicación de la paternidad es posiblemente lo más conmovedor del film. Harvey sabe que no ha sido un padre ideal, pero piensa con razón que ello no le priva ni menoscaba su condición de padre, como una condición única e intransferible que le imprime dignidad y le enorgullece. Desde ahí hay que entender la escena de su discurso nupcial, el momento más "serio" de la película.Nunca es tarde para enamorarse es una comedia tan grata como previsible, y su clasicismo no impide que brillen algunos destellos de originalidad. Por ejemplo, la pareja formada por los intérpretes Dustin Hoffman y Emma Thompson es en principio surrealista e inverosímil. Ni física ni caracteriológicamente parecen una pareja cinematográfica. Y a pesar de correr ese riesgo, el director Joel Hopkins consigue que el cóctel funcione, sea creíble y nos brinde además algunas situaciones divertidas. Un film correcto, amable y familiar, sin estridencias –tan de temer en Dustin Hoffman– que exalta la famosa segunda oportunidad y la superación de las viejas heridas.
Además a Harvey le va mal en su trabajo de compositor de música para spots publicitarios y ya le han comunicado que a la vuelta de la boda de su hija, será seguramente despedido. Es en ese deprimente momento de horas bajas cuando Harvey se topa en el aeropuerto por casualidad con Kate, una solterona que vive pendiente de su absorbente madre y que, tras fallidas citas "a ciegas", ya ha perdido las esperanzas de encontrar al hombre de su vida.
Como indica el título del film, tanto en su versión inglesa como en la española, esta comedia abunda en un asunto típico del cine americano: la segunda oportunidad, cuyo paradigma es Qué bello es vivir de Capra. Es decir, que nunca es tarde para tomar decisiones que den un giro a la vida. Se trata de una concepción antropológica optimista y voluntarista muy americana, que exalta tanto la libertad como el supuesto poder del individuo de controlar su destino. Esta "segunda oportunidad" tiene un transfondo cristiano en el sentido de que bebe de la concepción evangélica del "borrón y cuenta nueva": el hijo pródigo, el "tampoco yo te condeno, vete y no peques más", el "si no vuelves a nacer"... Una concepción que está en las antípodas del fatalismo –aunque sea en su versión optimista– que está actualmente presente en muchos films, como en la deliciosa Slumdog Millionaire.
Por otro lado, la trama que gira en torno a la reivindicación de la paternidad es posiblemente lo más conmovedor del film. Harvey sabe que no ha sido un padre ideal, pero piensa con razón que ello no le priva ni menoscaba su condición de padre, como una condición única e intransferible que le imprime dignidad y le enorgullece. Desde ahí hay que entender la escena de su discurso nupcial, el momento más "serio" de la película.Nunca es tarde para enamorarse es una comedia tan grata como previsible, y su clasicismo no impide que brillen algunos destellos de originalidad. Por ejemplo, la pareja formada por los intérpretes Dustin Hoffman y Emma Thompson es en principio surrealista e inverosímil. Ni física ni caracteriológicamente parecen una pareja cinematográfica. Y a pesar de correr ese riesgo, el director Joel Hopkins consigue que el cóctel funcione, sea creíble y nos brinde además algunas situaciones divertidas. Un film correcto, amable y familiar, sin estridencias –tan de temer en Dustin Hoffman– que exalta la famosa segunda oportunidad y la superación de las viejas heridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario