viernes, 30 de octubre de 2009
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Si el tema os interesa tenéis otros dos vídeos en YOU TUBE poniendo Inteligencia Emocional en BUSCAR
jueves, 29 de octubre de 2009
EDUCACIÓN SEXUAL
¿Qué educación sexual para mis hijos?
La psiquiatra norteamericana Miriam Grossman acaba de publicarYou’re Teaching My Child What? (1), un libro en el que describe el panorama actual de la educación sexual que se imparte en las escuelas de Estados Unidos. Resumimos una entrevista a la autora para eReview(9-09-2009), publicación del Institute of Marriage and Family Canada.
Fuente: eReview (Institute of Marriage and Familiy Canada)
Fecha: 26 Octubre 2009
Tras ejercer durante doce años como psiquiatra en la UCLA (University of California, Los Angeles), Grossman comprobó el desconcierto con que se mueven la mayoría de los jóvenes en el ámbito de la sexualidad. Ella misma se sintió frustrada al ver cómo, paciente tras paciente, se repetían los mismos errores que terminaban en enfermedades de transmisión sexual, trastornos emocionales e incluso infertilidad.
“No podía hacer mucho por ellos. Eran jóvenes que estaban muy bien informados y que se preocupaban activamente por su salud. Cuidaban la alimentación, hacían ejercicio, evitaban fumar y tantas cosas. Pero en el terreno de la sexualidad asumían todo tipo de riesgos. Así que empecé a preguntarles sobre la educación sexual que recibían en clase”.
A partir de estos testimonios, Grossman llegó a la conclusión de que los jóvenes estaban prácticamente desprotegidos. Este fue el título de su primer libro: Unprotected: A Campus Psychiatric Reveals How Political Correctness in Her Profession Harms Every Student. En el que ahora acaba de publicar analiza el material pedagógico que utilizan los alumnos: páginas webs, libros, folletos, guías, vídeos…
Lo primero que sorprendió a Grossman es la falta de conocimiento sobre los fundamentos del desarrollo evolutivo de niños y jóvenes, así como de los últimos descubrimientos de la neurobiología. “Los profesores de educación sexual insisten en que los adolescentes tienen, al igual que los adultos, la madurez suficiente para tomar decisiones responsables. El problema, añaden, está en que les falta la información suficiente y no utilizan preservativos”.
“De manera que la propuesta de estos ‘expertos’ para reducir las enfermedades de transmisión sexual y el número de embarazos adolescentes es: más información y más condones. Pero las investigaciones recientes de la neuropsicología no respaldan esta postura. Ahora sabemos que las malas decisiones de los adolescentes proceden no de la falta de información sino de la falta de criterio. Y sólo hay una cosa que cura esto: el tiempo”.
Otro dato básico que omiten la mayoría de los manuales sobre educación sexual es la mayor vulnerabilidad biológica de las chicas a las enfermedades de transmisión sexual. Tampoco se dice a los chicos que el sexo oral suele ir asociado al cáncer de garganta. “No hace falta repetir que se trata de una información de vida o muerte; ocultar estas cosas es el colmo de la irresponsabilidad”.
En lugar de informar sobre los riesgos, algunas organizaciones americanas como Planned Parenthood o SIECUS (Sexuality Information and Education Council of the US) “se limitan a repetir que la adolescencia es el tiempo idóneo para explorar nuevas prácticas sexuales, o que los niños tienen derecho a expresar su sexualidad en cualquiera de las formas que se les ocurra”.
Para Grossman, “este mensaje promueve el libertinaje sexual, no la salud sexual. Es pura ideología, no ciencia. Y cuando el libertinaje sexual pasa a primer plano, la salud sexual se resiente. Ahí están, para demostrarlo, las alarmantes cifras de Estados Unidos sobre enfermedades de transmisión sexual, infecciones por VIH, embarazos adolescentes y abortos”.
El enfoque ideológico de la educación sexual se observa también en el papel que los educadores atribuyen a los padres. Grossman dice que en este punto hay mucha doblez: “Cuando los educadores hablan ante los medios o en los materiales destinados a los padres, siempre destacan que la educación sexual empieza en casa y que los padres son los principales educadores en este terreno. Sin embargo, los materiales didácticos que utilizan los niños trasmiten un mensaje muy diferente”.
“El 90% de los padres quiere que sus hijos retrasen las relaciones sexuales, y confían en que quienes imparten la educación sexual les van a ayudar a reforzar ese mensaje. Hay organizaciones como SIECUS que se comprometen a difundirlo, pero luego no lo hacen”.
Aunque la situación que describe Grossman es bastante cruda, su libro también transmite esperanza. “La buena noticia es que todos estos problemas de salud sexual pueden ser evitados en el 100% de los casos. Los padres pueden hacer mucho por sus hijos. Cada vez más, sabemos que los hijos se sienten muy influidos por los valores y las expectativas de sus padres. En el libro recojo numerosos estudios que demuestran el efecto positivo que tiene en los hijos un estilo educativo que sabe combinar la comprensión con la autoridad”.
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NOTAS
(1) You’re Teaching My Child What?: A Physician Exposes the Lies of Sex Ed and How They Harm Your Child, Regnery Publishing. Washington, DC (2009).
Fuente: ACEPRENSA
miércoles, 28 de octubre de 2009
FRACASO ESCOLAR
martes, 27 de octubre de 2009
EDUARDO VERÁSTEGUI
lunes, 26 de octubre de 2009
LOS EFECTOS DE LA CULTURA DEL MÍNIMO ESFUERZO
Los efectos de la cultura del mínimo esfuerzo
Publicado el 24-10-2009 , por Ignacio de la Rica en EXPANSIÖN
Por tercera vez en este siglo, el MBA del IESE ha sido designado como el mejor del mundo por delante del suizo IMD, todos los americanos y más de un centenar de prestigiosas instituciones.
Tras preguntar a más de 150.000 estudiantes a lo largo de 21 años, The Economist evalúa los programas de dirección de empresas según la experiencia académica de la institución, las perspectivas profesionales que abren a los estudiantes y el desarrollo personal, el incremento de ingresos y la red de contactos que les proporcionan.
He hecho muchos ránkings en mi vida; por eso puedo afirmar que por mucha apariencia objetiva que tengan estas clasificaciones, siempre se enfocan desde un punto de vista. Y como abundan los puntos de vista yo no sería demasiado rotundo afirmando que el MBA del IESE sea mejor que el del IMD, pero sí al felicitar al IESE por mantenerse año tras año en la pomada mundial.
Traigo este asunto no porque, como antiguo alumno, me haga sentir orgullo, sino porque me resulta inaudito que una institución educativa española sea destacada como la mejor del mundo por una revista de prestigio como The Economist ( “de prestigio” quiere decir que no vende esos títulos). No cabe esperar que de nuestro sistema educativo surja nada que sea lo mejor del mundo, salvo que en realidad esté fuera de nuestro sistema educativo.
De hecho, el IESE, desde que nació en 1958, se propuso jugar en la liga mundial de las escuelas de negocios al margen del sistema educativo público. Tan es así, que el diploma made in spain con mayor reconocimiento internacional nunca ha tenido un título oficial ni nunca lo ha buscado.
Se podrían escribir varios libros analizando las claves del éxito del IESE. Seguro que ellos mismos han hecho más de un caso con su propia historia. Pero, desde mi perspectiva, ese éxito tiene mucho que ver con su decisión de mantenerse en el ámbito privado buscando en la sociedad civil la financiación de una actividad que requiere mucho dinero para ser competitiva en el mundo.
Esa independencia del dinero público les ha permitido también desarrollar con total libertad su sistema educativo, sus programas académicos y sus valores.
En ese sentido, el IESE, como algunas otras pocas instituciones similares, son un magnífico ejemplo para los centros educativos de cualquier tipo y nivel que, de verdad, aspiren a educar con libertad.
Mi experiencia personal también me lleva a pensar que el éxito del MBA del IESE no hubiera sido el mismo sin las barreras de entrada que impone a sus estudiantes, tanto en las cualidades personales como en el curriculum, pero, sobre todo, con la constante exigencia de acreditar un interés enorme por la formación y el título.
Esa es la gran diferencia con el resto de la fauna educativa española. El IESE exige esfuerzos a sus estudiantes, desde el intelectual hasta un estresante desgaste personal pasando por una montaña de euros que, por cierto, facilita a quien no los tiene concertando créditos blandos con entidades financieras.
El IESE es una rara avis porque todos los elementos de nuestro sistema educativo, incluyendo los colegios y universidades privadas que dependen del dinero público, idolatran la cultura del mínimo esfuerzo, que se ha convertido en la piedra filosofal para “socializar” jóvenes y producir ciudadanos clónicos en pautas, modas, costumbres y valores.
Pero encarar la vida con el mínimo esfuerzo es una fuente inagotable de frustraciones personales y, también, la causa de ese innombrable fracaso colectivo que padecemos como país, ese que consigue que una buena parte de España no quiere ser española, media España se desmarque de la otra y toda entera prefiera ser Europa.
La cultura del mínimo esfuerzo que expande el sistema educativo está en la raíz de la crisis que padecemos, que viene de lejos y va más allá que las recientes dificultades económicas.
Acudir como moscas a especular en los mercados financieros para ganar dinero fácil es una consecuencia lógica de la cultura del mínimo esfuerzo, igual que la proliferación de los pelotazos inmobiliarios al amparo de concejales corruptos. Lo mismo que sostener castillos en el aire a base de deudas impagables, públicas o privadas.
La cultura del mínimo esfuerzo tiene mucho que ver también con que cualquier intento de incrementar la productividad acabe en un conflicto social, o con que la mayoría de los universitarios prefieran empleos blindados por oposición, por convenio o por ley que emprender aventuras empresariales, o con que mantengamos ineficaces sistemas de protección sin coste (esfuerzo) para el protegido o que nuestros profesionales destaquen siempre por su simpatía y jovialidad pero no por su capacitación.
Es un aburrimiento pero hay que dar todavía muchas vueltas a esta crisis. Es demasiado profunda. La sociedad civil no se puede fiar de la capacidad ni de las decisiones de los políticos porque se equivocan en el diagnóstico, no tienen arrestos para tomar decisiones valientes y siempre les domina la visión cortoplacista. Son un ingrediente más del problema.
viernes, 23 de octubre de 2009
ONG
jueves, 22 de octubre de 2009
TRABAJO Y FAMILIA
TRABAJO Y FAMILIA, ¿MANCUERNA POSIBLE?
Tener hijos se percibe hoy socialmente como complicarse la vida, dejar de pasárselo bien, estar continuamente al borde del drama y la tragedia, en definitiva, un modo absurdo de perder la libertad.
Este modelo de familia victimazada es falso y se alza sobre una mentira gigantesca: la de quienes dicen haber encontrado la felicidad en el individualismo radical. Una de las claves de este contrasentido está en que la educación familiar está montada sobre un erróneo modelo antropológico.
La única verdad de ese modelo victimista es que los padres que tienen hijos precisan más tiempo y que van más cargados de trabajo que quienes no los tienen. Esto da cierta verosimilitud y ayuda a sostener el eslogan, pero si se analiza en detalle, lo que se concluye es una abierta falsedad.
Es cierto que la maternidad y la paternidad entrañan una pesada carga de responsabilidad y sacrificio, pero también -y esto se omite sistemáticamente en el discurso individualista-, de alegría, gozo y felicidad; de experimentarse rodeado de los nuevos valores que comporta la paternidad; de recrearse en un ser que procede del propio y que, no obstante su pequeñez y desvalimiento, es una persona y está dotado de libertad.
Mirar a los ojos de un hijo -a las personas hay que mirarlas a los ojos- y comprobar la luz que titila en sus inocentes pupilas, todavía no mancilladas por la mentira y la corrupción, ¿eso hace sufrir a los padres? ¿Y los que no tienen ningún ojo filial al que contemplar? Contemplar la mirada inocente, ingenua, creativa, confiada, alegre y estimulante de un niño, ¿también les hace sufrir mucho? Observar cómo el pequeño de siete años habla con orgullo de su padre mientras discute o juega con sus compañeros, ¿le hace sufrir de forma horrorosa a su padre?
Todo esto y mucho más se pierden muchas parejas, gracias a ese modelo victimista de la familia. La felicidad de la pareja no consiste sólo en el placer, ha de estar abierta a alguien que la trascienda, y en el matrimonio ese alguien es el hijo.
¿Qué fin espera a las parejas que, acaso por miedo al sacrificio, optaron por no tener descendencia? A algunas la soledad. Una soledad que crece en la misma medida en que decrecen las expectativas de la vida humana. Son muchas, también hoy, las personas mayores que mueren solas, probablemente porque se asustaron ante el sacrificio que suponía tener hijos. ¿Acaso estas lamentables situaciones no implican también buena parte de sacrificio, amargura, desvalimiento, soledad...? ¿Por qué no se habla de ellas?
EL TRABAJO EN LA RAÍZ DE LOS DIVORCIOS
La situación del hombre, la mujer, la familia y el trabajo al inicio de este nuevo siglo no se explica sin apelar a ciertos antecedentes. La revolución biológica que a partir de 1960 introduce en el mundo el uso de los contraceptivos es, en mi opinión, uno de los hechos históricos más relevantes del siglo XX.
Por primera vez en la historia, la mujer pudo controlar voluntaria y rigurosamente su fecundidad. Sin ello, su incorporación al trabajo y muchas otras consecuencias como la revolución profesional, laboral, la concepción social de la feminidad y el planteamiento de un conflicto entre familia y trabajo, hubiera sido imposible.
Como terapeuta de familia, veo que el cáncer por donde se desangran hoy muchas sociedades es la separación y el divorcio, y que muchos conflictos conyugales hunden sus raíces en el difícil reto de conciliar trabajo y familia. Por supuesto, las lamentables rupturas se explican por diferentes motivos, pero el conflicto entre familia y trabajo está muy presente, especialmente cuando el matrimonio dura menos de un año.
Podemos establecer cierto paralelismo en la forma en que desarrollan su trabajo los cónyuges y los gobernantes de Estado. El político puede orientar su trabajo a sólo permanecer en su escaño y sucederse a sí mismo, a favorecer y apoyar sólo a los de su partido o a servir al bien común de los ciudadanos. Esas intencionalidades pueden tener su representación analógica en el contexto de la familia.
El padre o la madre de familia pueden dirigir su trabajo a robustecer su Yo (realizarse, influir más en la sociedad, aumentar su popularidad e incrementar sus incentivos económicos), a amar su profesión por encima de todas las cosas (aumentar su prestigio, ampliar y hacer crecer su empresa, ser el primero de su especialidad), o dirigirse a amar por encima de todas las cosas el bien de su familia. Hay cierta similitud cuando comparamos las crisis conyugales de los políticos y las del ciudadano de a pie.
UN «YO» GIGANTE Y UN «TÚ» ENANO
En algunas parejas surge un «Yo gigante». Un crecimiento expansivo, a base de mucho trabajo del Yo de la persona -algo positivo de suyo-, pero a expensas de ninguna o muy poca dedicación a la familia, lo que resulta intolerable. Es frecuente que en personas con un «Yo» profesional gigantesco, su «Yo» familiar sea enano. Hay un desequilibrio, un desajuste en el modo como se desarrolla y proyecta la propia identidad en los diversos contextos.
Cuando uno de los cónyuges tiene un Yo gigante, casi siempre, el Tú del otro es enano. Donde hay un marido muy prestigioso, siempre ocupado, sin tiempo para nada, el Tú de la mujer con frecuencia es enano. Pero también pueden invertirse los términos y que sea ella la del Yo gigante -en el contexto profesional algunas lo tienen supergigante-, y es fácil encontrar en el marido un Tú enano.
El problema es que una situación así no favorece las condiciones necesarias para el encuentro entre el Yo y el Tú y, en consecuencia, no se genera un «Nosotros». Se da más bien el desencuentro. Desde mi experiencia como terapeuta familiar, puedo afirmar que el agigantamiento de cualquier Yo, aniquila el Tú, pulveriza el Nosotros, lleva al desencuentro y con frecuencia al rompimiento. Pero, no sólo se pulveriza el «Nosotros», sino que se olvida por completo al «otro», al «Vosotros» (los hijos).
En muchos casos, la imposibilidad para conciliar familia y trabajo reside en la desarticulación que se produce en el modo de identificar y usar medios y fines, en el ámbito personal. El fin de los esposos es la familia; el trabajo es un medio al servicio de la familia, que es el propio fin de los cónyuges.
Si los fines se transforman en medios, dejan de ser tales y acaban mediatizados. La actividad profesional pierde su sentido y deviene en una actividad sin propósito ni finalidad. Cuando una persona actúa sin ningún fin o por un fin equivocado, se dice que ha perdido el juicio. Cuando alguien hace de su trabajo su único fin, el trabajo deja de ser medio y se convierte en fin. Si los medios se vuelven fines, la vida humana pierde significado y valor, y se transforma en una vida mediatizada, manipulada y desvivida.
El trabajo de ambos cónyuges ha de subordinarse siempre a la familia. No hay paridad entre trabajo y familia. El motor del trabajo es la familia; pero el de la familia es el amor. El amor a la familia ha de ser superior, anterior y de un orden diverso al amor a la profesión.
Los errores en esa articulación entre familia y trabajo condicionan la emergencia de conflictos y rupturas conyugales. Importa menos fracasar en el trabajo -si la persona sigue siendo admirada y apoyada por su propia familia- que fracasar en la familia, porque el apoyo que encuentra en el trabajo no sustituye al de la vida familiar.
Una persona puede fracasar en su trabajo y más tarde superarlo, si triunfa en su vida familiar. Lo que no cabe es fracasar en la familia, dejar que se rompa, aunque sea a causa del triunfo profesional, porque una vez rota, se incrementa la probabilidad de fracasar también en el trabajo.
Y, en cualquier caso, ¿de qué le sirve triunfar profesionalmente si eso conlleva la destrucción de su familia? Por otra parte, en algunas rupturas familiares es casi imposible restañar las heridas y/o superar la fractura. Es más fácil rehacerse de un fracaso profesional que de una ruptura familiar.
DIFERENCIACIÓN CEREBRAL TEMPRANA
Hombre y mujer son iguales en cuanto que personas y con iguales derechos ante la ley, por ser idénticos destinatarios del respeto y dignidad de la persona. Pero un hecho diferencial los distingue y diversifica. Esta diversidad hunde sus raíces en la biología y se presenta como un hecho tozudo y casi imposible de modificar.
El pensamiento de que la condición sexuada se identifica con la mera genitalidad, es una opinión -además de reduccionista y simplificadora- incorrecta. Hecho diferencial y genitalidad no son sinónimos. La diversa genitalidad, como las diferencias morfológicas, hormonales o constitutivas del hombre y la mujer se originan en algo mucho más importante: su diferenciación sexual cerebral.
La diferenciación del cerebro del hombre y la mujer comienza en la gestación y depende de las hormonas que la placenta excreta en función del sexo del embrión, cuyo desarrollo cerebral dirigen. Mucho antes de nacer, en cualquier niño o niña, en cualquier mamífero superior, comienza una estructuración cerebral muy diferenciada, según el sexo.
Tal proceso de diferenciación cerebral sucede hasta el momento del parto. Se diría que el sistema hormonal de la madre (la placenta) dirige el crecimiento y desarrollo del embrión. Tras el parto cambian las «estructuras de poder», ahora pasan al sistema nervioso, a cuyo «mandato» se subordina el sistema hormonal y el funcionamiento de los demás órganos y aparatos.
El largo camino de diferenciación biológica entre hombre y mujer se prolongará luego en el entorno familiar, educativo y social, ámbitos que también colaboran a través de normas, usos y costumbres, menos dependientes de la biología y más subordinados a factores culturales.
Es difícil ofrecer una respuesta satisfactoria sobre el porqué de esta diferenciación de las personas según su sexo, aunque no parece programada para la confrontación, el desencuentro o la competitividad entre la masculinidad y la feminidad. Es cierto que algunos rasgos y características culturales atribuidas a cada sexo han estado mal fundamentadas y deben cambiar, pero eso no modifica en nada la diferenciación cerebral.
LA DIVERSIDAD ENRIQUECE
Un estudio atento y pormenorizado -y en lo posible exento de prejuicios y estereotipias- de las diferencias entre hombre y mujer pone de manifiesto que su finalidad no es otra que la complementariedad. Es decir, esas diferencias que se establecieron desde la biología, en una etapa muy temprana de la vida, se orientan a la ayuda mutua, al perfeccionamiento de ambos, a complementarse.
Pondré un sencillo ejemplo. Un hombre puede y debe conocerse a sí mismo a fin de conducir su vida en libertad. Ese conocimiento es difícil y siempre incompleto. De hecho, no se conoce nunca en la totalidad de su ser, aunque dedique mucho tiempo a estudiarse a sí mismo (condición no muy aconsejable a fin de no incurrir en el narcisismo o el aburrimiento). Nadie negará que el conocimiento personal es una tarea reservada a la intimidad e insustituible, nadie puede sustituirnos en el conocimiento propio.
Pues bien, ese conocimiento será muy incompleto si hombre y mujer no se encuentran o relacionan. Porque hay segmentos de la singular masculinidad o feminidad que sólo se desvelan en el encuentro con la persona del otro sexo (el conocimiento de sí mismo en y a través del otro). De no darse esa relación, las peculiaridades de uno y otra permanecerán sumergidas en la opacidad de la ignorancia que las vela. Por contra, si se relacionan, esos rasgos emergerán y aflorarán, desvelándose en la misma relación, lo que contribuirá a que cada persona se conozca mejor a sí misma y pueda conducirse sin demasiados errores a su propio destino.
He aquí una razón más para poner de manifiesto el derecho del niño al padre, a la madre y a la buena relación entre ellos. La psicología evolutiva ha probado hasta la saciedad que un niño o niña no se comportan de forma igual ante su padre o su madre, como tampoco éstos se relacionan igual con un hijo o hija (Vargas y Polaino-Lorente, 1996).
Estas diferencias -muy variadas en lo que se refiere, a imaginación, percepción, afectividad, orientación, memoria, etcétera- deberían fundamentar un equilibrado reparto de las diversas funciones de los padres en el hogar, para que la mujer que también trabaja fuera no tenga casi que duplicar el horario laboral de su marido.
Estas diferencias enriquecen a la mujer, al varón y al desarrollo de los hijos. Sería estúpido que alguno tratase de dejar de ser quién es para imitar al otro. La unidad, exigencia de la felicidad conyugal, no ha de confundirse con la identidad. Además de una utopía sería una opción errónea que confundiría todavía más. La unión sin confusión entre hombre y mujer exige aceptar las diferencias y respetar la identidad de cada uno/a. Cuando se respetan las diferencias, se hacen convergentes y optimizan el resultado del complejo y difícil trabajo familiar.
La igualdad en cuanto personas es compatible con la diversidad psicosexual. Algunas contradicciones de los diversos feminismos han radicado precisamente en el intento de desnaturalizar el heteromorfismo cerebral en el que se sustenta la diversidad personal.
Cuanto menos trate la mujer de imitar al varón, o viceversa, tanto más será ella misma, y mayor será su capacidad potencial de complementarse. Es inútil que quieran imitarse, constituye un imposible metafísico. El Yo no puede elegir para sí mismo otro Yo, distinto de sí mismo.
Ni imitación del otro ni simulación de sí mismo. Basta con la aportación natural -y, si es posible, por entero- de la persona que se es. De ello depende, entre otras cosas, el enriquecimiento sociocultural.
Cuanto más se profundiza en el propio ser, cuanto más se crece en sí mismo, más claras y diáfanas son las diferencias, y ese incremento de la diversidad los enriquece. Se diría que la eclosión de la diversidad emergente en el matrimonio corre pareja al enriquecimiento de la identidad personal. Por ello, es preciso llegar luego a un equilibrado reparto del poder y la toma de decisiones.
Lo ideal y natural es que cada persona se acepte a sí misma, trate de conocerse mejor y procure sacar lo mejor que lleva dentro. La diversidad atrae y enriquece; el igualitarismo isomórfico desmotiva y empobrece. Pero es preciso esforzarnos por acoger y tolerar la biodiversidad de que somos portadores, hasta el punto de aceptar al «otro» tal y como es, también en lo que se refiere a sus propias limitaciones.
FAMILIA Y TRABAJO, TAREA DE AMBOS
Conciliar familia y trabajo resulta hoy especialmente complejo. Todavía pervive el viejo modelo de pareja con el padre como proveedor o abastecedor económico que delega en la madre el resto de las funciones parentales -incluida la educación. Esto no es sostenible, pues como hemos demostrado en otro lugar (Vargas y Polaino-Lorente, 1996), desde que nacen, los hijos necesitan del apego de sus padres varones.
Los hijos precisan de la seguridad, unidad y protección que se atribuye a los padres varones, una relación estable y rica en afectos, comunicación y cuidados. Si no se satisfacen esas necesidades básicas durante los tres primeros años de vida, es muy posible que se afecte su desarrollo cognitivo, emocional y social.
La excesiva presencia del padre en el contexto laboral no justifica su ausencia del contexto familiar. No debiera haber padres «deslocalizados», si se me permite esta expresión del ámbito empresarial. Los mejores resultados en los hijos no se obtienen permaneciendo más horas fuera del hogar. La ausencia paterna del contexto familiar constituye una ruina de esta empresa humana fundamental que es la familia, puede hacer más daño psicológico a un hijo que su natural ausencia a causa de su fallecimiento.
En los padres ha de darse un mayor empeño por conciliar familia y trabajo. Es cierto que esa problemática conciliación está más presente hoy en el mundo de la mujer -dadas las responsabilidades que asume respecto de la crianza de los hijos-, a pesar de que ellas tratan de arbitrar las necesarias estrategias para alcanzarla. Por contra, muchos padres actuales todavía ni siquiera se plantean el problema (Polaino-Lorente, 2003 y 2004).
IGUALDAD DE RESPONSABILIDADES
El matrimonio es una estructura bicéfala, no una monarquía unipersonal. Las dos cabezas que se concitan en la familia pueden alternarse, suplirse, completarse, delegarse, sustituirse o implicarse simultánea o sucesivamente -según convenga- en la educación de los hijos.
La igualdad de oportunidades exige igualdad de responsabilidades, es decir, co-responsabilidad pero no igualitarismo; no se trata de un reparto igualitario de tareas familiares, con independencia de que se fundamenten o no en el heteromorfismo autoconstitutivo propio de cada uno. Sería muy conveniente que esas funciones se distribuyeran de acuerdo a lo que caracteriza a cada cual, aprovechando sus mejores rasgos y características, para que constituyan el menor peso y generen la mayor eficacia posible.
ANTE LA AUSENCIA DEL PADRE
Las aulas de la escuela constituyen observatorios emblemáticos donde se evidencian las consecuencias de estos retos. Muchos padres suponen que compete a la escuela o a la universidad educar a los hijos; que ellos ya hacen bastante con pagar los gastos que esa educación comporta. Esta es una verdad incompleta, media verdad que acaba siendo una completa falsedad.
Educar a los hijos es misión de ambos padres, un deber no delegable aunque sí son delegables aquellas funciones que requieren la profesionalidad de un experto. Pero ese experto ha de saber que los padres le han delegado esa función y que, en cierto modo, pueden pedirle cuentas.
No exagero mi preocupación sobre este particular, que se acuna en mi diaria actividad como profesor universitario. Estoy seguro de que muchos problemas de mis alumnos se deben a que carecieron del necesario contacto, afectivo y efectivo, con sus respectivos padres varones. Algunos jóvenes precisan psicoterapia para resolver su conflicto y superar los problemas suscitados por ese déficit de paternidad, pero los profesores no podemos actuar como terapeutas.
La madre, que también trabaja fuera de casa, suele convertirse en una superwoman, con consecuencias negativas para su salud psíquica y la educación de sus hijos. Esto pone de manifiesto que el problema de conciliar familia/trabajo, afecta al hombre, a la mujer y a las respectivas empresas, y todavía no está resuelto.
TIEMPO REAL PARA LOS HIJOS
Una pregunta ingenua: ¿Qué les queda a los hijos del trato con sus padres? No me refiero al ámbito económico, que no es comparable con lo que los hijos necesitan de sus padres. Además, en la mayoría de las familias, el patrimonio que hoy les puede quedar a los hijos es poco significativo. En eso no se puede fundamentar la identidad personal. Es posible que el padre haya trabajado horas extras para dejar algo a los hijos. No está mal, pero no es lo necesario, especialmente si esas horas se han detraído de la convivencia familiar.
¿Qué queda a los hijos, insisto, del trato con sus padres? Me refiero a lo que podemos llamar patrimonio vital, es decir, las vivencias que desde niño quedan marcadas en su corazón de persona y que no le abandonarán a lo largo de su vida. Recuerdos, experiencias de vida, correcciones, momentos relevantes, acaso alegría compartida estrechamente, costumbres, ratos de conversación en que la intimidad se pone a la entera disposición de los hijos, escenas sobre la educación en valores cristalizadas en las sensibles retinas de la infancia.
Estos y otros muchos y diversos detalles constituyen, en mi opinión, ese patrimonio vital. Me refiero, en definitiva, al estilo de vida singular y propio de cada familia, a cuyo través se articulan los trazos fuertes sobre los que se sostiene la cercana y continua convivencia entre padres e hijos.
Precisamente esas relaciones entre la madre y cada hijo, y el padre y cada uno de ellos, además entre el padre y la madre en presencia de ellos, son las que consolidan un tejido familiar robusto y bien implantado, que actúa o sirve de marco de referencias para que los hijos identifiquen las señas sobre las que asentar su identidad personal.
Para todo esto se necesita tiempo, una cierta duración de la convivencia familiar estrecha y compartida. ¿Cuántos años conviven padres e hijos? 25 o un poco más, pero ese periodo es muy corto, si lo contemplamos desde la perspectiva de todo lo que los padres han de dar y aceptar de sus hijos.
Para darnos cuenta basta preguntarnos: a lo largo de los años que convivimos con nuestros padres, ¿cuántas horas fueron significativas, relevantes, inolvidables?, ¿cuántas dejaron un poso inolvidable, una huella imborrable en nuestro modo de ser?
¿ACASO HAY ALGO MÁS APASIONANTE?
La vida es breve, el tiempo de exposición a los hijos escaso, y la muerte segura. No conviene vivir el tiempo familiar con rutina, cansancio y aburrimiento. ¿Acaso hay algo más novedoso y apasionante que educar a los hijos, que fortalecerles en lo que valen, que robustecer su propia seguridad, que animarles a sentirse orgullosos de ser como son y de proceder de los padres que tienen?
No se puede delegar el amor a un hijo. Es tan personal que no tiene clonación posible. Los fuertes brazos de un padre que aprieta a su hijo contra su pecho no son comparables a la suave caricia de la mano de su madre. Ninguno sustituye al otro, ni son delegables. Recuerde cada uno qué hubiera deseado cuando pequeño, piense en los gestos y conductas positivas de sus padres, por lo que está agradecido, y traten de hacer algo parecido con sus hijos.
Bastaría cerrar los ojos y recordar la propia historia para entregarse, divertirse y disfrutar más de sus hijos, mientras pueden hacerlo. Recuerden, por ejemplo, aquel paseo por la playa de la mano de su padre, hablando de cosas intrascendentes y amables, gozando sencillamente a la vez que sentían la ternura y fortaleza masculinas, su apoyo incondicional, la seguridad de su amor varonil. ¿Lo recuerdan? Ese es el contenido del patrimonio vital de que estamos hablando. Forma parte importante de la riqueza que dejan los padres a sus hijos. De ello depende que se sientan y conduzcan en su vida como personas seguras o inseguras.
No puede hacer esto ningún colegio, profesor o tutor, por motivado que esté y lo mucho que se entregue a formar a sus alumnos. Nadie cambia este pasar el «testigo» de una a otra generación.
Aunque se introduzcan muchos cambios de roles en la vida familiar, la presencia del padre y de la madre en estas relaciones continuará siendo una de las constantes, venturosamente inmodificables, para el bien de los hijos. Los padres cuentan con las disposiciones naturales para ello, pero les recuerdo que precisan tiempo, ese tiempo imprescindible, para esa parte de sus vidas tan necesaria para sus hijos como para su satisfacción personal.
En esta pelea por hacer una sociedad mejor, dedicar tiempo a la familia es una de las estrategias más importantes y eficaces. Si desean evaluarse a sí mismos sobre cómo va su familia, les aconsejo que tengan la paciencia, cada noche, de examinar cuántos minutos han hablado con cada hijo, sin entrar en temas de rendimiento escolar, orden en la casa, etcétera.
Se trata de hablar de ellos y de sus proyectos, de cómo se perciben, de qué piensan, de sus amigos, de sus pequeñas alegrías y dificultades, es decir, de los temas personales. Esta podría ser, en algunos casos, una rigurosa foto de cómo viven la paternidad y la maternidad y de cómo mejorarlas. Si un día descubren que apenas le han dedicado a un hijo tres minutos -y piensan que es insuficiente-, al día siguiente habrá que intentar dedicarle nueve minutos a él solo, aunque no sepan de dónde sacarlos.
Se ha dicho que la familia es el único lugar donde cada persona es querida por ella misma. Y es verdad, aunque para ello haya que disponer del tiempo necesario.
martes, 20 de octubre de 2009
ABONOS TRANSPORTE
Entregados los primeros abonos transporte para familias numerosas y discapacitados
En el caso de las personas con discapacidad, la medida obedece a una iniciativa del propio Consorcio de Transportes, puesto que se ha considerado que tienen más dificultades para acceder al mercado de trabajo y cuyos costes de vida suelen ser superiores precisamente por sus condiciones especiales. Asimismo, la presidenta ha subrayado que en el caso de las familias numerosas, los beneficiarios serán tanto los padres como los hijos, y en todos sus desplazamientos, tanto laborales, como escolares o particulares.
Aquellos usuarios que cumplan las dos condiciones, es decir, pertenecer a una familia numerosa siendo discapacitado, serán atendidos inicialmente en el Consorcio Regional de Transportes. La puesta en marcha de estas medidas ha significado la emisión de tres nuevos tipos de tarjetas para cada uno de los colectivos que se diferencian en el color para facilitar su intervención e identificación, cada uno de ellos con toda la serie de combinaciones de zonas y tipos existentes.
Como consecuencia de estas características de formato, los cupones correspondientes se venderán en la red de estancos, estando inicialmente comprometido un número de 350 expendedurías, que presentan una cobertura geográfica razonable del conjunto de la región. Para obtener la tarjeta, el usuario deberá solicitarla en cualquiera de las expendedurías previstas, aportando fotocopia compulsada de la documentación acreditativa de la circunstancia que le da derecho al beneficio y que se indica en las hojas de solicitud.
Las tarjetas incorporarán la fecha de caducidad del documento acreditativo en cuestión. Una vez que el usuario obtiene la tarjeta, la compra del cupón se efectuará análogamente al resto de los Abonos, contra la presentación de la misma en cualquiera de las expendedurías relacionadas.
lunes, 19 de octubre de 2009
LA VIDA DE UN SER VIVO DE LA ESPECIE HUMANA
La vida de un ser vivo de la especie humana
October 18th, 2009 | Ética
En su día argumenté que la única respuesta inmoral en cosa tan importante como el aborto es afirmar “cada uno haga lo que quiera“. Puesto que lo que está en cuestión es si se trata de un asesinato o de la extirpación de unos tejidos, dejar que unos piensen una cosa y otros otra es absurdo. Si se tiene algún aprecio a la verdad, lo único que no puede hacerse es dejar de pensar.
Dimos un paso inmenso con la declaración de Aido “es un ser vivo”. Esa afirmación es de trascendental importancia científica. Si es un ser vivo es necesario afirmar que pertenece a alguna especie. Si podemos afirmar que un embrión es un ser vivo, podemos afirmar que pertenece a alguna especie, puesto que todo ser vivo, desde el mismo instante en el que empieza a existir, siempre pertenece a alguna especie. Es obvio que la genética es quien dice a qué especie pertecene cada ser vivo. Y no es difícil averigurar que el embrión situado en el seno de una mujer, fruto de la unión de un óvulo y un espermatozoide es un ser vivo de la especie humana.
Es absurdo afirmar que se trata de un ser vivo de otra especie por dos motivos: la genética tiene argumentos sobrados para negarlo y, ningún ser vivo cambia de especie al “engordar”. El desarrollo no conlleva cambio de especie, sino crecimiento.
Ahora bien, ¿alguien se atreverá a negar que un ser vivo de la especie humana no es un hombre?
El argumento de la dependencia materna es insostenible. Un embrión, un feto o un recién nacido son absolutamente dependientes. Eso es una cuestión tan absolutamente evidente que no requiere argumentación alguna. El hecho de que una incuvadora pueda sostener la vida de un recién nacido prematuro no indica que éste sea independiente, sino tan sólo que la ciencia puede reproducir las condiciones intrauterinas hasta cierto punto. En todo caso, el momento a partir del cual una máquina puede sostener la vida de un niño es algo absolutamente cambiante… la ciencia sigue avanzando.
Resulta complejo argumentar lo que es sumamente simple. También resulta difícil argumentar cuando no se quiere pensar. Resulta complejo argumentar cuando alguien considera que pensar pueda restarle libertad… La libertad del ignorante… Pero no, si ignoramos decidiremos con criterios impuestos por otros, porque nadie es una isla en un océano. Si dejamos de pensar, alguien pensará por nosotros.
Obviamente yo no quiero pensar “por” nadie, sino pensar “con” cada uno. La palabra pretende abrir horizontes, hacer pensable la realidad misma, no sustituirla.
viernes, 16 de octubre de 2009
CURSO DE INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA FAMILIA
Tenemos ya los datos concretos sobre el curso de Inteligencia Emocional que hemos organizado en FAV:
Por lo tanto el objetivo de este curso es dotar a los padres de herramientas prácticas que les permitan educar la inteligencia emocional de sus hijos, estimulando actitudes y relaciones que sentarán las bases de su éxito futuro en la vida personal, profesional y social.
Junto con esto se intenta también aportar recursos para trazar un marco familiar equilibrado desde el punto de vista emocional.
El programa será el siguiente:
- Cómo ser emocionalmente inteligentes
- Objetivos familiares para educar con inteligencia emocional
- Comunicación con los hijos
- Manejo de conflictos en la familia
- Control de las emociones: técnicas de reducción de la ansiedad
El lugar será la Escuela Infantil MINICOLE. C/ Arjona nº 1- Aravaca. Madrid
jueves, 15 de octubre de 2009
PROGRAMAS ABORTO
- Miércoles 14 de octubre de 2009. 59 Segundos. TVE. 00:00 horas. El Dr. Luis Chiva, portavoz de Ginecólogos por el Derecho a Vivir y miembro del Comité de Expertos de Derecho a Vivir, debate sobre la reforma con Javier Martínez Salmeán, jefe de Obstetricia y Ginecología del hostpial Severo Ochoa, de Leganés (Madrid).
- Jueves 15 de octubre de 2009. Diario de la Noche. TeleMadrid. Hacia las 23.30 horas. El director del noticiario nocturno de TeleMadrid, Hermann Terscht, entrevista a la portavoz de Derecho a Vivir, la Dra. GádorJoya.
- Viernes 16 de octubre de 2009. El Círculo a Primera Hora. TeleMadrid. 8.45 horas de la mañana. La doctora Gádor Joya, invitada en el informativo matinal del canal autonómico madrileño.
- Viernes 16 de octubre de 2009. Noticias. Popular TV. 21.00 h. Entrevista a la doctora Gádor Joya en el último noticiario de Popular TV antes de la Manifestación del 17-O.
- Sábado 17 de octubre de 2009. Especial Informativo. Intereconomía TV. 17:00 h. Transmisión en directo de la manifestación, para toda España. Testimonios de los portavoces de las distintas entidades convocantes.
miércoles, 14 de octubre de 2009
AGORA
Esta semana va de películas pero nos ha parecido interesante esta crítica de Juan Orellana sobre esta película de la que tanto se está hablando y a la que tanta publicidad se le está dando.
Imagínense que hay que explicar con una película la realidad de Norteamérica a alguien que no sabe nada de historia, de culturas, Y para explicarle cómo es América le enseñamos unos planos de unas familias japonesas, entrañables. Luego aparece un avión donde sale un piloto con cara de bruto mascando chicle, y con fotos de playmates pegadas en el salpicadero. Por último vemos cómo ese avión lanza la bomba atómica sobre la ciudad de esas amables familias japonesas. Una vez terminado el cortometraje, se le dice al ignorante espectador: “Ya ves, esto es América”.
Hiroshima existió. Nadie lo duda. Nadie se alegra. Pero el juicio sobre los americanos que se deduce de ese film, ¿es justo? Es una mentira. Aunque Hiroshima sea una verdad.
Esto mismo es lo que sucede con la última película de Amenábar, Ágora: unas bases históricas reales, muchísimo maquillaje y caricatura históricos, para llegar a unas conclusiones completamente equivocadas.
Amenábar vuelve a demostrar que es un grande en el oficio de dirigir películas. Otra cosa es que él decida someter su genio a los imperativos del pensamiento único. Lo más interesante es que Ágora no aparenta ser una película hecha en la era digital, sino que parece que todo decorado es real. La dirección artística es soberbia, y Rachel Weisz hace de Hipatia un personaje memorable. La película es solemne, minuciosa, con un trabajo del sonido espectacular y con unos guiños cosmológicos muy brillantes. Hay mucho cine dentro de Ágora, y por ello es muy fastidioso ver cómo el guión va estropeando la película a medida que avanza.
¿Una película contra la intolerancia?
Ágora es presentada por Amenábar como un film contra la intolerancia. Pero es necesario analizar el marco elegido por el cineasta para su alegato.
El contexto histórico son unos hechos luctuosos perpetrados por cristianos y paganos desmadrados entre los siglos IV y V en Alejandría. Según el historiador de la Iglesia Hubert Jedin, “el suceso más deplorable en el enfrentamiento entre el paganismo y el cristianismo en Egipto fue la muerte de la filósofa pagana Hipatia, que en 415 fue atrozmente asesinada, tras haber sufrido graves injurias, por una chusma fanatizada” (1).
Amenábar carga las tintas, descontextualiza y simplifica al máximo ciertos personajes como San Cirilo o Amonio. Aquellos hechos reprobables se sitúan, por tanto, en el contexto de la confrontación de dos cosmovisiones, de dos culturas, la pagana y la cristiana, y es ahí precisamente donde Amenábar quiere aprovechar para proponer su propia filosofía de la historia: si el paganismo fue luz, el cristianismo es oscuridad; si el paganismo fue progreso, el cristianismo supuso una marcha atrás en la cultura, en la civilización, en la filosofía y en la ciencia.
No es una metáfora caprichosa: en Ágora, los paganos visten de blanco (Hipatia), y los cristianos de gris o de negro (Amonio, Cirilo). A este esquema bipolar, Amenábar añade a lo largo del film una vuelta de tuerca: lo malo no es en realidad el cristianismo, sino cualquier concepción teológica. Ya sean los dioses paganos o el Dios cristiano y judío: la religión oscurece la razón, desprecia a la filosofía y frena la ciencia y el progreso. Frente al escepticismo que genera ver tanta guerra de religión en un kilómetro cuadrado, Hipatia declara: “Yo creo en la Filosofía”.
El cristianismo como verdugo de la cultura
Y ahí reside la relevancia de Ágora, que bajo el envoltorio de una película histórica, propone un juicio muy negativo sobre el valor actual de las religiones en general y del cristianismo en particular. Desmentir esa afirmación precisaría de una biblioteca como la de Alejandría, para documentar someramente lo que el cristianismo ha aportado al progreso de la cultura, del arte, de la ciencia, del derecho, de la filosofía, de la política, de las relaciones internacionales... Pero dicha biblioteca sería insuficiente para ilustrar lo que el cristianismo ha supuesto para el “progreso” personal de millones y millones de hombres y mujeres concretos a lo largo del mundo y de la historia: el “progreso” que viene de encontrarse con Jesús, que promete sin rubor satisfacer los deseos del corazón del hombre.
Esto en Ágora no se intuye ni de lejos. Los cristianos que aparecen son bárbaros, fanáticos, misóginos, violentos y muy visionarios. Y los dos “buenos” cristianos que vemos, Sinesio y Davo, se van contaminando a lo largo del film del oscurantismo circundante.
Quien encarna las características de una antropología cristiana –caridad, benevolencia, serenidad, tolerancia, insobornabilidad, castidad, fraternidad universal, igualdad– es la pagana Hipatia, un personaje que Amenábar vuelve fascinante, ideal de virtud, y dechado de inteligencia y humanidad. Hipatia se propone como una santa laica de las que tanto están de moda.
Un primer argumento a favor del “retroceso” cristiano que se puede desprender de Ágoraes el de la inmoralidad de aquel grupo de cristianos pendencieros, que aparecen capitaneados por un san Cirilo cruel y maquiavélico. Ciertamente hay muchos episodios en la historia de la Iglesia por los que un cristiano no se siente orgulloso. Así ha sido siempre y así será, porque la Iglesia la forman pecadores. Incluso los Papas han pedido a veces perdón por errores del pasado. La conciencia del mal y del pecado es tan clara en el seno de la Iglesia que esta instituyó en sus mismos orígenes el sacramento de la penitencia y del perdón. Que se sepa ninguna organización, asociación o partido cuenta con una institución como la confesión, con lo que quizá habría que concluir que nadie como los cristianos tiene tanta conciencia del propio pecado.
Fe contra razón
Más importante en Ágora es el conflicto soterrado –¿incompatibilidad?– que plantea entre razón y fe, entre ciencia y religión. No este el lugar tampoco para explicar y aclarar que la fe es la amiga más fiel de la razón, que lo que Amenábar y tantos otros llaman fe, no es más que una superstición visionaria y esclerótica que nada tiene que ver con el cristianismo. Bastaría con que leyeran algo, por ejemplo la Fides et ratio, para comprender que la fe no es enemiga ni de la ciencia, ni del progreso, ni mucho menos de la razón.
Siempre habrá energúmenos entre las filas de los creyentes, pero que sólo son representativos de su propia equivocación. En este sentido, el magnífico homenaje que Amenábar brinda en este film a la ciencia antigua, y muy en especial a la astronomía, es un homenaje a la razón que cualquier espectador cristiano disfrutará como propio, aunque Amenábar parezca querer oponerlo a los intereses “reducidos” de los cristianos (2).
Por todas estas razones es imposible que un cristiano pueda sentirse históricamente reconocido en la propuesta cinematográfica de Amenábar, muy lastrada por tópicos, prejuicios, esquemas ideológicos y leyendas negras.
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NOTAS
(1) Hubert Jedin, Manual de Historia de la Iglesia, vol. II, Herder, Barcelona, 1990, p. 259.
(2) No hay que olvidar que una figura de la talla intelectual de San Agustín es contemporáneo de Hipatia. Ni que el siguiente paso de gigante en la astronomía fue obra de Nicolás Copérnico en el siglo XV, dentro de una cultura de matriz cristiana. Los que creen que la ciencia se interrumpió durante los “oscuros siglos medievales” harían bien en informarse sobre Robert Grosseteste, Alberto Magno, Roger Bacon, Jean Buridan, Nicolás Oresme...
martes, 13 de octubre de 2009
KATYN
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